La Biblia desde el siglo XXI

En la Estela de Mesa, ¿David, o Balak?

11.07.2019 00:00

Pocos objetos arqueológicos han sufrido tantos avatares como la Estela de Mesa.

Y pocos también han sido los que han originado tanta polémica a la hora de interpretar sus textos. Bueno, al menos en su linea 31. Afortunadamente, cualquiera de las dos interpretaciones barajadas por los expertos implica confirmación de la historicidad bíblica.

 

Sobre la Estela de Mesa.

Se trata de un memorial en basalto negro de 124x79x36 centímetros cúbicos, con una inscripción de 34 lineas ordenado por el rey moabita Mesa (siglo IX AC) a propósito de su victoria contra Israel (Wikipedia). Ya sólo por ese registro, esta piedra supone un importante fundamento para la historicidad de la Biblia, puesto que la jactancia del rey Mesa en la estela por su victoria sobre Israel y sobre su Dios constituye la primera referencia a Jehová en textos ajenos a la Biblia (en la linea 18, cuando se jacta de haberse apropiado de los vasos de Jehová).

 

Los avatares de la estela

Fue hallada en Jordania en 1868 por un beduino que la mostró al misionero anglicano Frederick Augustus Klein. Klein, aunque no pudo leerla, reconoció enseguida su valor, y aún dispuesto a pagar caro, no pudo conseguirla. Y es que la noticia llegó a Europa y le surgieron “Muchos novios” a la piedra.

Por fortuna, como más adelante se verá, un árabe de la zona (Yacoub Caravacca) por petición del arqueólogo francés Charles Simon Clermont-Ganneau, obtuvo una impresión en papel de su contenido (rellenando todas las cavidades de la piedra con papel mache y despegando posteriormente el papel se obtiene una versión inversa del contenido de la piedra). Esta impresión también sufrió percances, pues en el momento de realizarla hubo disputas con el beduino que tenía la estela. Al final Yacoub consiguió, además de de heridas, la impresión; aunque rota en 7 trozos.

Posteriormente, la cabila de Bani Hamida rompió a propósito la piedra, calentándola primero al fuego, y vertiendo agua fría cuando estaba caliente. Se cree que este disparato se hizo como manifestación de rebeldía y cabreo contra las autoridades turcas por sus presiones para que entregaran la estela para los alemanes.

Más tarde, la fortuna se manifestó nuevamente a través de Clermont-Ganneau; puesto que éste consiguió adquirir  buena parte de los trozos. Dado que ya disponía de la impresión en papel maché que antes hemos comentado, pudo ensamblar los trozos conseguidos, aunque no todos los que originalmente formaban la estela. La restauración se pudo hacer gracias a la impresión en papel maché, primero, porque facilitó el ensamblado de los trozos adquiridos, y segundo, por que permitió remedar los trozos ausentes. La reconstrucción con los trozos originales de basalto recuperados (dos terceras partes, aproximadamente) y los remedados con yeso en base a la impresión sobre papel maché se encuentra actualmente en el Museo del Louvre.

 

El texto de las polémicas

La falta de buena parte de la estela, así como el desgaste de su superficie, la cual ya estaba deteriorada cuando Caravacca realizó la impresión en papel maché, dificultan la lectura de los textos en ella grabados. Pero de todo el contenido de la estela, el foco de atención de esta polémica está en la línea 31.

En esta línea existe una zona de incertidumbre en la que se desconoce con exactitud cuál es la letra que originalmente ocupaba ese espacio, así como cuál debe ser la interpretación de una marca contigua al mismo. Esto puede dar pie a pensar que infinidad de interpretaciones podrían ser válidas. Pero en realidad hay que reconocer que sólo unas pocas interpretaciones pueden tener sentido dentro del contexto semántico e histórico. Y bajo ese criterio, desde 1994, la interpretación difundida por el científico francés André Lemaire se ha mantenido como las más probable (aunque no la única) hasta hace pocas semanas. Porque recientemente los profesores Israel Finkelstein, Nadav Na'aman y Thomas Römer han publicado en la revista del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv una refutación de la teoría de Lemaire y una exposición de sus conclusiones basadas en imágenes de alta resolución obtenidas de la impresión realizada por Caravacca. 

Veamos someramente qué interpreta cada uno de estos expertos y en qué basan sus respectivas conclusiones.

 

La interpretación de André Lemaire

(Nota: Téngase en cuenta que en hebreo la lectura se realiza de derechas a izquierda)

Lemaire considera que la mejor forma de dar coherencia al texto en la zona de incertidumbre es considerar que en el espacio actualmente ilegible originalmente hubo una letra D ( ד ). En esto, bastantes expertos han coincidido con él, al menos hasta la publicación de la hipótesis de Finkelstein y sus colegas. En pocos meses se podrá evaluar la acogida que tiene esta nueva interpretación.

Complementando de esta forma la expresión se puede leer “Casa de David”, “Beit David” (בת[ד]וד) (entre corchetes rojo y en negrita la letra que realmente no se observa en el hueco deteriorado y que Lemaire considera que estuvo originalmente). Y el final de la línea 31 se interpretaría como sigue: "En cuanto a Horonen, vivía en él la casa de [D]avid," ( וחורננ. ישב. בה. בת[ד]וד. ).

Las "patas" sobre las que Lemaire sustenta su interpretación son estas:

  1. La introducción de una D ( ד ) en el hueco con signo ilegible es la única opción que permite conseguir una traducción con sentido.

  2. Esa forma de expresión es habitual en el contexto bíblico.

  3. Por aquellas fecha que Lemaire sugirió esta traducción se encontró una estela del mismo periodo en Tel Dan con la misma expresión (en la linea 9 del texto grabado), lo cual confirma que la teoría de Lemaire no es una “ocurrencia” caprichosa, sino que ese término bien pudo ser una forma habitual y extendida por el siglo IX AC en aquellas regiones.

Así, pues, si Lemaire está en lo cierto, la estela hace referencia a la casa de David, y ciertamente supone un espaldarazo a la historicidad de los relatos bíblicos.

 

La interpretación de Finkelstein y sus colegas Na'aman y Römer (por simplicidad haré referencia solamente a Finkelstein)

Finkelstein, por un lado, cuestiona que el hecho de que en la estela de Tel’Dan aparezca el mismo término que Lemaire considera originario en la estela de Mesa sea razón suficiente para validar su pretensión. En su informe aporta tres razones que a mí personalmente no me resultan muy convincentes (al final incluyo enlace al informe).

Por otra parte, también cuestiona la lectura que Lemaire hace del conjunto de caracteres “Beit David” (בתדוד). Para Finkelstein, no solamente es incorrecto suponer que originalmente hubo un dálet ( ד ) en el hueco ilegible actualmente. También descarta que el signo anterior al supuesto dálet sea un tav ( ת ), por lo que en la lectura de Lemaire (בתדוד), Finkelstein sólo ve (ב_ _ וד). Es decir: un hueco quizás válido para dos letras actualmente desconocidas.

Por otra parte, justo antes del vav ( ו ) que sigue a esos dos huecos Finkelstein observa un “trazo vertical” que marcaría la transición entre dos oraciones.

Según esta interpretación, la única “operación” de restauración que es preciso realizar consiste en encontrar las dos letras que en su día siguieron al bet ( _ _ב ). En el texto del mismo informe se puede leer: “... estamos tratando con una palabra de tres consonantes que probablemente sea un nombre personal: comienza con una bet, seguida por un espacio para dos letras ausentes que son seguidas por el trazo vertical, y luego comienza una nueva oración ([….] וד)” (El original: “… we are dealing with a three-consonant word which is most probably a personal name: it starts with a beth, followed by a space for two missing letters that is followed by the vertical stroke, and then begins a new sentence ([… .]וד)”.

¿Qué letras opina Finkelstein que ocupaban originalmente esos dos huecos? ¿Qué nombre podrían formar esas letras? El mismo Finkelstein y sus colegas admiten que muchos nombres podrían formarse con esa combinación de tres consonantes: Bedad, Bedan, Becher, Belaʻ, Baʻal, Barak, etc. Pero también afirman que sólo uno destaca como el mejor candidato: Balak. Y apuntan: “Este nombre aparece en la historia de Balaam, en el Libro de los números, que probablemente contiene los últimos textos de la Torá, pero también forma parte de registros más antiguos” (El original: “This name appears in the Balaam narrative in the Book of Numbers, which probably contains the latest texts of the Torah, but also integrates older memories”.) Véase el enlace al informe al final para más detalle.

 

Así, pues, si Lemaire no está en lo cierto, y son  Finkelstein, Na'aman y Römer quienes lo están, también esta alternativa supone un espaldarazo a la historicidad de los relatos bíblicos.

¿Con cual opción quedarse?

La novedad de las técnicas de alta resolución empleadas por Finkelstein y sus colegas no me impresionan más que las empleadas por Michael Langlois. Las conclusiones de este último redundan en la traducción propuesta por Lemaire, a la vez que desestima la teoría del “trazo vertical” que según Finkelstein marca la transición hacia una nueva oración. En consecuencia, los argumentos de Lemaire me parecen más convincentes.


 

La noticia en israelnoticias.com

El informe de Finkelstein, Na'aman y Römer

 

 

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