La Biblia desde el siglo XXI

Siglo I (década del 60): Primeras referencias históricas sobre la relatividad del tiempo

09.09.2012 00:00

Ya por los años 60, pero no del siglo XX, sino del primer siglo, el apóstol Pedro escribió en su segunda epístola que "para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día" (2ª Pedro 3:8).

Pregunta: la información que aporta Pedro ¿sobre qué o quien trata?  ¿Sobre el Señor... o sobre el tiempo? O... ¿quizás sobre los dos?

Normalmente se interpreta este versículo como una ilustración de la "eternidad de Dios". "Un día es como mil años, y mil años como un día" para las personas de la Divinidad. Algo así como que a Dios "tanto le da 8 como 88", en cuestión de tiempo. Con el concepto tradicional de tiempo de nuestra cultura es normal interpretar este versículo como una afirmación exclusiva respecto a las característica de Dios: Como Dios es todopoderoso, puede "hacer lo que quiera";  incluso tratar a las cosas que son de una determinada manera como si no fuesen así.

Pero si lees el versículo con mentalidad del siglo XXI, puede que te pares a considerar que quizás también diga algo en relación al propio tiempo.

Aunque en nuestra cultura se sigue conceptualizando el tiempo como una "especie de línea" o "carretera", al menos desde que en 1905 Einstein publicó la teoría especial de la relatividad ya se considera que esa línea no es rígida, como se ha considerado durante siglos en nuestra cultura por la inmensa mayoría. Ahora se considera que el tiempo es "relativo", algo así como que una veces la línea del tiempo está más dilatada, y otras mas comprimida ().

Así, pues, reteniendo esta idea de que el tiempo puede percibirse (!!) como más dilatado o más comprimido según las circunstancias, resulta más fácil comprender que  "un día 'pueda ser' como mil años, y mil años como un día" para un determinado Ser. 

Pero bueno, a pesar de todo el soporte teórico que aportó Einstein y de las comprobaciones experimentales que han ido confirmando sus teorías, lo cierto es que a efectos prácticos ningún habitante de nuestro planeta ha conseguido observar variaciones significativas en su apreciación del tiempo. Así, pues, cabría pensar que lo mejor es pasar del tema y dejar ese raro privilegio sólo para Dios.

Pero hete aquí que la Biblia también presenta casos de seres humanos para los que la apreciación del tiempo también fue alterada. Veamos algunos casos:

 

El viaje "instantáneo" de Felipe

Sucedió después de predicarle el Evangelio a un funcionario etíope (Hechos 8:26-40).

Cuando Felipe recibió el encargo de predicarle el evangelio, hizo como todo hijo de vecino de aquél entonces:  "... se levantó y se fue" (Hechos 8:27), tardando todo el tiempo necesario según los "relojes" de la época.

Pero tras cumplir su misión, Felipe no regresó a la usanza habitual. Fijaos en el texto de Hechos 8:39: "Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor  arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.  Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea".

La idea que me da el texto es que para Felipe el viaje desde cerca de Jerusalén hasta Azoto fue instantáneo (unos 90 kilómetros de distancia, que andando hubiese supuesto unas 18 horas de caminata, mas las paradas de descanso, de comida y de pernoctación).

¿Por qué pienso que para Felipe el viaje fue instantáneo?  Por los siguientes motivos:

  1. Por la expresión "arrebató". Da idea de algo brusco, súbito. Lo normal hubiese sido que tras predicarle al etíope Felipe se hubiese alejado andando. Pero no. Fue arrebatado. Algo rápido.
  2. Porque desapareció de la vista del etíope. Dice el texto: "el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino". No es la expresión adecuada a emplear supuesto que Felipe se hubiese alejado paulatinamente, invirtiendo varios minutos andando. Opino que sucedió algo parecido a lo que hoy día estamos acostumbrados a ver en las películas de ciencia ficción: ahora sí está, ahora ya no está. Claro, probablemente el etíope no se extrañó de contemplar personalmente un "milagro", pues acababa de hablar con un "hombre de Dios", el cual le había convencido de la divinidad de Cristo.
  3. Por la expresión "se encontró en Azoto" referida a Felipe. Está claro que para Felipe, entre el ser "arrebatado cerca de Jerusalén" y el "encontrarse en Azoto" no pasaron las más de 18 horas necesarias para desplazarse de forma habitual.

Lo único que falta por saber es ¿cuanto tiempo transcurrió para los contemporáneos de Felipe?

Si la teoría de la relatividad realmente explica la paradoja de los gemelos, dada la velocidad del arrebato de Felipe, lo lógico es pensar que si el etíope vio "desaparecer" al apóstol un lunes (por ejemplo), los de Azoto lo vieron aparecer por sus calles un martes (al día siguiente). ¿Por qué? Porque para el resto de habitantes de Judea, las actividades siguieron desarrollándose como siempre, a velocidades "normales" y bajo el mismo campo gravitatorio. Y lo normal es que cualquier caminante hubiese andado, descansado y dormido para ir de Jerusalén a Azoto. Y habría tardado más de 18 horas. Lamentablemente no hay forma de comprobar cómo percibieron el calendario los "azotenses", pues el texto bíblico no aporta información al respecto.

Así, pues, ya veis que en el Nuevo Testamento no sólo hay textos que expresan el tiempo como algo relativo ("un día como mil años, y mil años como un día"), sino que también nos ofrece ejemplos desfases temporales interpretables desde la teoría de la relatividad.

Y digo ejemplos, porque el de Felipe no es el único. También le sucedió lo mismo a Pablo.

 

El caso de Pablo

Está descrito en  la segunda epístola del mismo Pablo a los corintios, en el capítulo doce:

"Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.  Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe),  que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar."
(2ªCo 12:2-4)

Como veis por la expresión, el mismo Pablo no se explica muy bien lo que le paso [Todavía no se había publicado la teoría especial de la relatividad ;) ]. Pero también emplea el término "arrebatar" para indicar desplazamiento. En este caso al "tercer cielo" y al "paraíso", probablemente lugares alejados de la tierra física que conocemos. Pero lugares al fin y al cabo.

Y respecto a que no fuese desplazamiento físico, creo que nadie puede dogmatizar al respecto, pues ni el mismo Pablo está seguro de lo que le sucedió ni de como fue: "si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe". Es más, dado que Pablo aún no había oído hablar de las teorías de Einstein ni de las paradojas de gemelos, lo más probable es que se encontrase perplejo y no concibiese posible el viaje del cuerpo físico a velocidades próximas a la de la luz.

 

Concluyendo

Hay sectores sociales que se desgañitan insistiendo en que la Biblia es una colección de absurdos mitos que la ciencia a puesto en evidencia. Muy al contrario: opino que el gran mito es el pretendido divorcio entre la ciencia y la Biblia. Quizás en el siglo XIX pudiera darse ese divorcio. Pero no hay que olvidar que aquellos eran años en que la ciencia era "poca ciencia". Hoy día la ciencia es "más ciencia". Me refiero a que según pasan los años, los avances científicos trastocan las mentalidades y las formas de ver y entender la realidad. Y dentro de esa realidad está Dios, y su Palabra, la Biblia.

Decía Louis Pasteur que "Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él." (). Algo similar ocurre con la Biblia y la ciencia. En la medida que la ciencia "abunde" en conocimientos, más fácil será el retorno a Dios y a su Palabra.

Con el post de hoy he pretendido mostrar que con conceptos tan alejados de los tradicionales comentarios bíblicos, como es la relatividad del tiempo, también es posible un acercamiento a la Biblia. Y que incluso se abren posibilidades a interpretaciones más naturalistas, en el sentido de concordantes con las leyes naturales conocidas. No hay que descartar la posibilidad de milagros sobrenaturales, pero tampoco conviene llenar ese saco con todo relato bíblico para el que no se encuentre una rápida explicación bajo los conocimientos científicos actuales (véase este post).

 

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