Respecto a la Biblia, también ''La ignorancia es atrevida''

En el mes de mayo apareció en la sección “Carta de los lectores” de la revista “Investigación y Ciencia” la carta de un asombrado e indignado lector que a mí me hizo recordar Mateo 7:3.

La carta tiene un tono mezcla de asombro e indignación. Parece ser que eso es lo que provocó en Jaime (autor de la carta) la lectura de un artículo del número de marzo («Víctimas del cambio climático», por Alex de Sherbinin, Koko Warner y Charles Ehrhart). Y justamente esos mismos sentimientos me afloraron cuando yo leí su carta.

Os explico:

El asombro e indignación de Jaime parece ser que surgió ya desde el inicio del mencionado artículo, cuando los autores hacen referencia a la Biblia:

Desde que existen registros históricos, las migraciones impuestas por el clima han remodelado la civilización. Hace unos cuatro mil años, una larga sequía obligó a Jacob y su prole a abandonar Canaán en dirección a Egipto; exilio que no conocería fin hasta el éxodo que habría de liderar Moisés.

A Jaime no le parece mal la primera frase ("Desde que existen registros históricos, las migraciones impuestas por el clima han remodelado la civilización"), pero la siguiente sí le parece “escandalosa”. Esto es lo que escribe:

El dislate viene después, cuando se habla de la sequía que «obligó a Jacob y su prole a abandonar Canaán».

Y pregunta a la revista y/o a los autores:

¿Quiere esto decir que en Investigación y Ciencia se considera la Biblia como un registro histórico, o al menos que los autores lo consideran así?

Me imagino la cara del receptor de las “Cartas de los lectores”: o de asombro (como yo) por la patética y osada manifestación de ignorancia y prejuicios; o de bochorno, pensando en cómo se daría respuesta elegante a una carta tan provocadora. Y es que Jaime sigue su carta pidiendo (o aconsejando) a la revista una línea editorial más “rigurosa” (a su entender). Esto es lo que sigue escribiendo:

Pediría, sinceramente, que la mitología y las creencias de cada uno se dejen a un lado cuando hablemos de ciencia.

Hasta aquí el asombro e indignación de Jaime.

En mi caso, el asombro vino ante la tremenda ignorancia de una persona cultivada (se presenta como periodista). Aunque quizás su caso no sea tanto de ignorancia, sino más bien de "presbicia intelectual". Sí, ya saben: eso de ver bien de lejos, pero no apreciar los detalles en las cercanías. También pasa con los contenidos intelectuales: Juzgar escandalosas las creencias ajenas, y no apercibirse de los prejuicios personales.

Menos mal que los mismos autores del artículo, en la respuesta que le dan aclaran la cuestión:

“... la existencia de muchos de los acontecimientos y personajes del Antiguo Testamento ha sido corroborada mediante pruebas arqueológicas y otros documentos.”.

Supongo que Jaime, si es capaz dejar a un lado sus prejuicios, reconsiderará su postura en relación a esa parte de la Biblia que sí está corroborada por otras fuentes externas. Porque sí, muchos de los relatos del Antiguo Testamento (y también del Nuevo Testamento) se han corroborado con fuentes externas (Véanse artículos con con la etiqueta “Historicidad Biblia”). Aunque no todos, cierto.

Pero entonces, ¿qué hacer con los que aún no se han corroborado?  Deberemos considerar “mito” todo relato no corroborado por otras fuentes.

Si es así, ¿deberemos hacer extensivo este criterio de historicidad a todas las fuentes históricas de la humanidad? ¿O solo para la Biblia deberemos aplicar la exigencia de que "todos" sus textos de caracter históricos sean confirmados por otras fuentes?

Y por otro lado, ¿qué hacemos con los autores bíblicos que tienen sólo algunos textos corroborados por fuentes externas? ¿Les consideramos historiadores respecto a esos textos, pero fabulistas para los textos aún no corroborados?

¿Y cuando en el futuro la arqueología o nuevos hallazgos historiográficos corroboren textos antes considerados mitológicos recalificaremos al autor incrementando su proporción de historiados y disminuyendo la de fabulista?

Sí, ya se, cuestiones absurdas; pero son las implicaciones lógicas de la postura de Jaime. Y claro, a los que recuerden el método de "reducción al absurdo", tan utilizado en matemáticas, no les extrañará si concluyo que la realmente absurda es la postura inicial de Jaime.

Pues sí, eso concluyo: que además de osada, la postura de Jaime es absurda. Y de ahí vino mi indignación. Ante cuestiones tan evidentes me resultaba ofensivo el que alguien, y en una revista tan prestigiada como “Investigación y Ciencia”, lanzase esa absurda “calumnia”. Es como dar por supuesto en la plaza del pueblo que a “Jacinto el panadero” no hay que prestarle dinero (porque no lo devuelve); cuando los que le conocen de verdad saben que nunca pidió prestado.

¿Conoce Jaime, de verdad, la Biblia? ¿Cuántas veces la habrá leído? Además de la Biblia, ¿habrá leído otras obrar en relación a su contexto? ¿Está al corriente de los últimos descubrimientos arqueológicos?

Me temo que no. Porque es "arriesgado": muchos de los que se han acercado a ella bajo una mirada escéptica, al final ha acabado por reconocer su singularidad. Por ejemplo, este.

Y ojo: no me refiero a cuestiones de creencias, sino a los aspectos más "objetivos" y evidenciables (arqueología, historiografía). Porque admito que los creyentes parten de una postura mediatiza por las convicciones que va más allá de lo simplemente observable . Sí. Pero igual que los “creyentes” en la idea de que la Biblia es una colección de mitos. 

¡Amigo!: lo de los mitos también hay que demostrarlo, y si no lo demuestras estás en el mismo vagón que el resto de viajeros que buscan seguridad más allá de las evidencias, aunque en este caso no sea más que seguridad intelectual. 

Y puestos a demostrar, los “creyentes” tienen muchísima base historiográfica y arqueológica acerca de la historicidad y singularidad de la Biblia (Lo recogido en biblicamente.org bajo la etiqueta “Historicidad Biblia” no es más que una pequeña muestra que he recogido en internet). Por el contrario, ¿cuánta base tiene Jaime y los que afirman que la Biblia no es más que una colección de mitos?

Como ya dije en “Nueva campaña atea... por Navidad”: “A falta de pruebas, démoslo por sentado”. Es lo que se suele hacer cuando faltan argumentos: dar por hecho lo que se afirma y evadir el dabate mediante técnica de distracción: recurso al ridículo, a la exageración, a la condescendencia, a la indignación,... 

Y esto es lo que hace Jaime. Quizás incoscientemente, pero con énfasis y tono indignado, lo cual parece que le otorga más credibilidad.

Pues bien, credibilidad tendrá toda la que hayan querido darle los que leyeron su carta –la credibilidad es una apreciación subjetiva. Pero coherencia con la realidad historiográfica y arqueológica en torno a la Biblia ninguna.

Referencias:

La carta de Jaime, el lector, aparece en la sección "Carta de los lectores" del número impreso de mayo/2011 de la revista "Investigación y Ciencia":

LA BIBLIA Y LOS REGISTROS HISTÓRICOS

Soy periodista y lector habitual de Investigación y Ciencia desde hace muchos años. El número de marzo de 2011 ha sido el primero en el que me parece que se ha incurrido en un error de bulto. En concreto el articulo «Víctimas del cambio climático», por Alex de Sherbinin, Koko Warner y Charles Ehrhart, comienza afirmando: «Desde que existen registros históricos, las migraciones impuestas por el clima han remodelado a la civilización». Hasta ahí, ningún problema. El dislate viene después, cuando se habla de la sequía que «obligó a Jacob y su prole a abandonar Canaán». ¿Quiere esto decir que en Investigación y Ciencia se considera la Biblia como un registro histórico, o al menos que los autores lo consideran así? Pediría, sinceramente, que la mitología y las creencias de cada uno se dejen a un lado cuando hablemos de ciencia.

Jaime ...

Responden los autores: 

Nuestro propósito no era argumentar ni a favor ni en contra de la veracidad de la Biblia como fuente histórica, si bien la existencia de muchos de los acontecimientos y personajes del Antiguo Testamento ha sido corroborada mediante pruebas arqueológicas y otros documentos. Más bien, decidimos ilustrar el fenómeno de las migraciones inducidas por el clima con un acontecimiento conocido y que pudiese atraer la atención de los lectores.

El artículo al que se refiere Jaime aparece en el número impreso de marzo/2011, también de la revista "Investigación y Ciencia". Este es el inico disponible en la web de la revista:

Víctimas del cambio climático. De Sherbinin, Alex; Warner, Koko y Ehrhart, Charles

Desde que existen registros históricos, las migraciones impuestas por el clima han remodelado la civilización. Hace unos cuatro mil años, una larga sequía obligó a Jacob y su prole a abandonar Canaan en dirección a Egipto; exilio que no conocería fin hasta el éxodo que habría de liderar Moisés. Tres milenios después, la falta de lluvias y pastos contribuyeron a que las tropas mongolas abandonasen Asia Central y llegasen a Europa, donde acabarían por establecerse. Ya en el siglo xx, una catástrofe ecológica detonada por la sequía y exacerbada por una desdichada política agrícola obligó a tres millones y medio de personas a desplazarse del Medio Oeste de EE.UU., en el episodio conocido como el Dust Bowl («Cuenco de Polvo») americano.

Hoy la historia se repite, pero el escenario es otro. Estamos entrando en una era marcada por rápidos cambios climáticos debidos a la emisión de gases de efecto invernadero. Entre otras consecuencias, se prevén alteraciones notables en la pluviosidad, una mayor frecuencia de fenómenos extremos como sequías o inundaciones, la elevación del nivel del mar, la acidificación de los océanos y cambios prolongados en las distribuciones de lluvias y temperaturas. Cualquiera de esos fenómenos trastornaría con severidad los ecosistemas de los que dependemos. En un mundo cada vez más poblado, las consecuencias podrían incluir migraciones en masa de una escala sin precedentes.

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