Sobre inteligencia y Biblia

Tengo el convencimiento de que la lectura de la Biblia es un hábito que favorece el desarrollo de la inteligencia. Y no me refiero al conjunto de conocimientos que pueda acumular una mente "culta", sino al conjunto de habilidades mentales útiles para el análisis de situaciones y problemas y a la capacidad de prever y planificar acciones para conseguir resultados satisfactorios en la vida.

Cierto que la lectura en general es un factor importante en el desarrollo intelectual. Pero la lectura asidua e inquisitiva de la Biblia desde la juventud estructura la mente de una forma particularmente efectiva para el análisis y la búsqueda de relaciones entre conceptos.

A mi modo de ver, buena prueba de ello son los niveles de progreso cultural y económico que han logrado los pueblos en los que la lectura y meditación de la Biblia se convirtieron en hábitos cotidianos.

Me refiero, en primer lugar al pueblo de Israel, que a pesar de las persecuciones que ha sufrido a lo largo de la historia, siempre las ha superado, logrando niveles de progreso cultural y económico muy superiores a las naciones vecinas.

En segundo lugar, me refiero a los pueblos del Norte de Europa. De estos ya dejamos bien sentado hace pocas semanas (pincha aquí para leer el post) que fueron los hábitos de lectura y estudio de la Biblia los que forjaron sus caracteres, colmados de responsabilidad, laboriosidad e ingenio. Y supongo que nadie negará que la relación entre el desarrollo intelectual y las mencionadas cualidades forman el vínculo imprescindible para lograr el diferencial de progreso que manifiestan los países de NorteEuropa con relación al resto del continente.

Pero si traigo hoy a colación este tema es porque me ha llamado la atención una noticia en una web argentina (contexto.com.ar). Allí se hacen eco del alto coeficiente intelectual que presenta un joven salteño de 16 años. Pablo Gabriel Cuadras, que así se llama el joven, tiene un coeficiente de 180, lo cual es mucho, considerando que 100 es el coeficiente "normal".

Y lo curioso es que, según manifiesta su padre, el joven Pablo Gabriel no siempre fue tan "lúcido". Según parece, de pequeño no era alumno brillante. Fue a raíz de iniciarse en la lectura de la Biblia que su mente se abrió. Este es el testimonio de Miguel, su padre:

“Un día comenzó a leer la Biblia y ahí cambió completamente. A partir de ese momento se convirtió en un chico seguro para los estudios, porque Pablo de chico no fue un alumno brillante que se destacara. Cuando leyó la Biblia su mente se abrió, se muestra más tranquilo, más seguro, y comenzó a notarse un progresos enorme en su manera de retener todo lo que estudia, es impresionante, pero es así”.

Personalmente no me extraña que haya sido como cuenta su padre. Pero me imagino que Pablo Gabriel no sólo se dedicaba a leer la Biblia como una obligación ritualista, sino que la escudriñaba con interés, buscando las relaciones entre los diferentes textos y entre estos y las realidades sociales y físicas del mundo que nos rodea. Opino que es en este ejercicio donde la Biblia presenta un estupendo campo de entrenamiento para las mentes inquisitivas. Si aún no has descubierto esta forma de acercarse a la Biblia, te invito a que la pruebes. Es un peldaño más alto que la simple lectura ritualista o la lectura por evasión, como si de una novela se tratase.

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