La Biblia desde el siglo XXI

Los ''genes'' culturales que bajaron del Sinaí.

18.11.2011 00:00

Hace Rafael del Naranco en   croonicasdelaemigracion.com  una reflexión sobre el Decálogo que en su lectura me evocó a la genética.

Y es que compara a la Biblia con "un compendio de códigos sin los cuales el mundo, tal como lo conocemos, sería distinto" (se centra más concrétamente en los 10 mandamientos).

¿Qué son los genes, sino el conjunto de informaciones que conforman a los seres biológicos, desde las células hasta las complejas estructuras que somos los humanos, animales y vegetales?  Igualmente las sociedades, como entes que se desarrollan, son conformadas a -través de sus miembros- por conjuntos de informaciones que se transmiten de unos individuos a otros.

Cada vez está más arraigada la imagen de la información como soporte y flujo subyacentes en cualquier proceso imaginable: máquinas, empresas, estados, sociedades, industrias, animales, vegetales, organismos, células, átomos, etc.  Según el contexto la identificamos con diversos nombres: constituciones, leyes, instrucciones, métodos operatorios, lenguajes, algoritmos, rutinas, impulsos nerviosos, información genética, partículas portadoras, partículas mensajera, etc.

Posiblemente cuando Rafael escribía su reflexión no pensaba en genética. Pero cuando asimiló la Biblia a "un compendio de códigos" no estaba lejos de ver la Biblia como un conjunto de informaciones.

Y cuando escribió que sin ese compendio de códigos "el mundo ... sería distinto", seguro que en gran parte responsabilizaba a la Biblia de la conformación social que conocemos (al menos en lo que llamamos "occidente").

Pero bueno, me doy cuenta que hago referencia a un escrito que áun no habéis leido. Leed el extracto que incluyo abajo y juzgad vosotros mismos:
 

Un decálogo

Nadie podría, con fe o sin ella, vivir en la actualidad sin la esencia intrínseca de los Diez Mandamientos o Decálogo.

( Por Rafael del Naranc, en cronicasdelaemigracion.com )

...

No seremos judíos; sino cristianos, mahometanos, agnósticos o espiritistas, pero nos imbuimos –la mayoría de las veces sin reconocerlo– en el legado de la Tora escrita –la Biblia– y la Tora oral –el Talmud– un compendio de códigos sin los cuales el mundo, tal como lo conocemos, sería distinto.

Nadie podría, con fe o sin ella, vivir en la actualidad sin la esencia intrínseca de los Diez Mandamientos o Decálogo.

Se podría analizar desde todas las perspectivas y se llegaría a la misma conclusión: sin esas 10 palabras directas, vivas, hirientes, poderosas, sencillas, inmensas, no recapacitaríamos ni sentiríamos de la forma en que lo hacemos.

El escritor G. K. Chesterton, por mediación de un personaje, el padre Brown, nos mete el dedo en la llaga, escarba y nos enfrenta a la razón, al amor y la justicia en el contexto sublime de esos diez términos donde “No mates”, “no robes”, “no mientas” y el resto de los preceptos, son tan válidos hoy como en el principio de los tiempos, y servirían tanto entre los habitantes del planeta tierra, como en otro mundo en el Cosmos si hubiera vida pensativa en los confines del universo.

Los Diez Mandamientos “no requieren justificación ni se les puede rebatir”. No dependen de las circunstancias ni se les puede dejar de lado por consideraciones especiales. Para el sacerdote en el cuento de Chesterton, no son sugerencias, ni siquiera diez “retos”. Son exactamente lo que parecen ser, y no hay manera de eludirlos

Thomas Cahill, el autor de ‘Los dones de los judíos’, nos explica con una pasión rayada en la poesía, lo imposible de quitarnos de encima las diez palabras más trascendentales de nuestra existencia humana.

Según él, y es muy cierto, millones de humanos han recibido ese decálogo considerándolo razonable, necesario “y hasta inalterable”, porque está escrito en corazón humano desde que empezó a latir.

Mi fe cristiana, campechana, tosca algunas veces, honda y desgarrada otras, viene de esos fuegos aterradores del monte de Sinaí, del cual un hebreo bajó para que racionalizáramos lo desconocido y cuyo resultado final ha sido la civilización que nos sostiene.

 

Lectura completa en cronicasdelaemigracion.com

 

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