La Biblia desde el siglo XXI

El arte del engaño: desde Génesis hasta hoy día.

01.06.2010 00:00

De engaños y engañadores

(Por César Valdeolmillos Alonso)

“Las grandes masas de gente caen más fácilmente víctimas de las grandes que de las pequeñas mentiras” Adolph Hitler. Militar y político alemán de origen austriaco.

La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho.

Y dijo a la mujer: "¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?" Respondió la mujer a la serpiente: "Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte." Replicó la serpiente a la mujer: "De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal." ...

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A partir de aquel momento bíblico —asimílese esta referencia a los orígenes antropológicos de la humanidad— las sociedades humanas serán ya propiamente políticas y bajo la institucionalización y generalización de la verdad como instrumento de relación entre los hombres, la mentira queda establecida, pudiendo ya impregnar con amplias texturas, todas los capas de la sociedad.

El comportamiento de la serpiente, pone de manifiesto lo que hoy se denomina como ‘inteligencia maquiavélica’, es decir: la aptitud para el engaño y el contraengaño, que a partir de ese momento, constituiría un poder capital en la transformación de la conducta del hombre al inducirle tanto a imaginar mundos irreales, como a representarse el mundo desde un punto de vista distinto al existente. Es un comportamiento nuevo destinado a derrotar un esquema previo de conducta, una situación establecida o una realidad histórica.

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Desde que Odiseo concibió la estrategia engañosa que encerraba el caballo de Troya, con la que los crédulos troyanos introdujeron al enemigo dentro de sus murallas causando con ello su propia destrucción, durante tres milenios y hasta nuestros propios días, los astutos y malintencionados cabecillas de la sociedad, han venido aplicando con notorio éxito por cierto, el elogio de un meditado y fraudulento talante bondadoso —como medio de enmascarar los intereses propios— y de este modo conseguir engañar a los ingenuos faltos de reflexión. Es la eterna emboscada de la astucia hipócrita, frente a al cándido e inconsciente idealismo.

Aparentemente, estas artimañas nos pueden parecer tan burdas como inverosímil el hecho de que puedan dar resultado, pues ‘pensar lo que no es’ resulta tan irreal como ‘ver lo que no hay’. No obstante, no debemos perder de vista de que sobre base tan tosca, pueden construirse sin embargo verdaderas obras de arte que nos hagan ver el día, noche y lo blanco, negro. Los hombres astutos como Odiseo son engañadores, no por simplicidad o insensatez como a primera vista, cándidamente pudiésemos creer, sino sobre la base de su maligna inteligencia. En este punto, no nos debe caber la más mínima duda de que saben perfectamente lo que hacen, y por eso obran taimadamente en punto a veracidad.

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Al obrar como lo hizo la serpiente del paraíso, se revela la superioridad inmoral de quien actúa mal a conciencia, a diferencia de quien actúa mal por ignorancia. Es ésta una conclusión certera, aunque de inaceptables consecuencias éticas y morales. Esta diferenciación, hemos de tenerla muy presente en el momento de analizar las palabras y los hechos de las personas que así obran, ya que seducir a los hombres que no poseen la capacidad suficiente de apreciar el intelecto, sea propio o ajeno, es una práctica corriente cuando la incultura consigue su exaltación gracias al apoyo de quienes gobiernan un país.

Hay una sentencia que dice que la rosa no florece en el pantano, lo que nos viene a indicar que la miseria, es el campo fértil en el que anida el mal. El mal, hijo poderoso del rencor, es la peor consecuencia de la propia incapacidad y del conocimiento de nuestra propia insolvencia, nace el miedo. De ahí que quienes causan el mal conscientemente, no lo hagan porque sean fuertes, sino por todo lo contrario. Es entonces cuando para lograr los intereses bastardos perseguidos, sustituimos nuestra insuficiencia por la hipocresía y la falsedad, ocultándolas tras la máscara de la ingenuidad, que es la mayor de las maldades.

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